A hero's gonna save me just in time... for a last time

Este lunes se emitió después de nueve años el final de 24. Ocho temporadas, ocho días interminables para Jack Bauer. Cientos de explosiones, miles de persecuciones, millones de balas disparadas. Decenas de traidores y conspiraciones, minutos, minutos y más minutos de no poder despegarse de la silla. 24 ha sido, sin lugar a dudas, la serie de acción de la década.



Habrá quien la tachará de ida de olla absoluta, algunos dirán que hacía apología de la violencia y de que el fin justifica los medios. Están en su perfecto derecho. Yo personalmente siempre intenté ver más allá y sinceramente, pocas veces me he encontrado una obra de entretenimiento con tanto realismo de fondo: políticos que sólo piensan en las encuestas, jefes a los que sólo les importa salvar la cara, dinero y poder siempre sobre ideales y causas… Sí, al final Jack siempre salvaba el día, pero como diría el General Failure… ¿a qué precio? Terroristas vencidos, conspiraciones destapadas… pero en ocho temporadas, ni un solo final feliz. Porque así es la vida, al fin y al cabo ¿no?

También se ha hablado mucho de las exageradas habilidades de Jack Bauer. ¿Exageradas? Puede. Su currículum probablemente deje a Jason Bourne como un principiante. ¿Y qué? Es un héroe, pero no perfecto. Realmente está lejos de serlo, y eso es lo que le hace tan especial. Un combatiente implacable, prácticamente invencible, sin puntos débiles. No era un santo ni quería parecerlo, lo que tuviera que hacer, lo hacía. En realidad, lo único que diferenciaba a Jack de sus enemigos eran sus inquebrantables principios, y eran esos los que, cuando podía por fin llegar a casa, le impedían dormir por las noches. Pocas veces he visto un protagonista más atormentado: por sus acciones, por todo lo que había tenido que sacrificar, por todo lo que le había sido arrebatado. Siempre por proteger a quienes rara vez le daban las gracias y para los cuales era sólo un peón prescindible. Y aun así él luchaba, siempre capaz de seguir adelante, no por buscar la redención ni una hipotética salvación de su alma, sino única y exclusivamente para que la mayor cantidad de gente posible pudiera vivir un día más. ¿Superhombre? Tal vez. ¿Humano? Totalmente.



Naturalmente ha habido muchos más personajes interesantes a lo largo de estas ocho temporadas, la mayoría de los cuales están ya solo en el recuerdo, pues al igual que a Jack, a los guionistas no les temblaba el pulso a la hora de cargarse a quien fuera. Muchos como para nombrarlos a todos, pero es imposible dejar de destacar a Chloe O’Brian por encima del resto. Probablemente la mejor amiga y colaboradora más fiel de Jack, ella es la única en quien confía hasta el final, la única que lo respaldaría hasta las últimas consecuencias. Hay incluso quien veía posible algo más que amistad entre ellos, pero yo pienso que la decisión de que nunca surgiera ninguna tensión sexual fue la correcta, no solo porque no es necesario que todas las mujeres que se acerquen a Jack se enamoren de él, sino porque es probable que de ser así nos hubiéramos quedado sin ella hace ya mucho tiempo. “Siempre solo” parecía el lema extraoficial de la serie y lo cumplieron a rajatabla. Siempre solo. Hasta el final.

Y habrá quien no le haya gustado ese final, claro. Las opiniones siempre están divididas en estos casos. A mí personalmente me ha encantado. Merecido tanto para la serie como para el personaje, a pesar de ser un castigo, yo creo que es lo mejor que podía pasarle. Todo es cuestión de puntos de vista. Un último sacrificio y es libre para siempre. El peón está fuera del tablero y ya no responde ante rey alguno. Adiós, América. Adiós, Jack.

Adiós, 24.