jueves, 12 de abril de 2007

frustrante

Adj. Que defrauda o decepciona.

F. Desengaño de lo que no satisface nuestras expectativas.

Sin. 1. Desilusión 2. Desencanto 3. Lost


Es curioso lo que pasa con las cosas que nos gustan. Con las que llegamos a obsesionarnos y nos quitan el sueño. Hasta hace poco, para mí Perdidos era casi una religión. Recuerdo que lo ponía a descargar la madrugada de los jueves, a pocas horas de haberse emitido en EE.UU. Esperaba los subtítulos mordiéndome las uñas, y reservaba toda la tarde para disfrutar del episodio y luego poder comentarlo en los foros. Me devanaba los sesos imaginando teorías y posibles giros argumentales, buscando respuestas. No esperaba que las cosas pasaran como yo iba pensando, claro, para eso hay unas personas concretas que firman los guiones. Pero sí esperaba que fueran pasando cosas. O mejor dicho, que fuéramos avanzando hacia delante, despacio pero seguros. Por lo visto me equivocaba de medio a medio. Puede que los creadores quisieran hacer honor al título, no te digo yo que no, pero es que esto ya no es estar "perdidos". Esto es vagar por un laberinto llevando un pedal de espanto.

Hasta el menos leído conoce la estructura básica de una historia: planteamiento, nudo y desenlace. En el caso de un relato de misterio, nos encontraríamos con un gran enigma (planteamiento), hallaríamos pistas e información, se nos ocurrirían algunas preguntas que se nos contestarían poco a poco (nudo), hasta que nos dieran la gran solución que atara todos los cabos (desenlace). Siendo esto una serie, es normal que el nudo se alargue con subtramas para mantener la tensión todo el tiempo, y al principio la cosa fue muy bien. Nos habían colocado en una situación de ceguera total, a nosotros y a los personajes. Nadie sabía qué estaba pasando, qué significaban ciertos detalles, por qué sucedían cosas del todo imposibles. Nos volvíamos locos de la tensión, lo cual era justamente lo que los productores/guionistas querían. Me los imagino frotándose las manos y partiéndose de risa al vernos morir de curiosidad…

¿Cumplieron con nosotros, la audiencia, dándonos las respuestas que ansiabamos a cambio de nuevas preguntas? Noooo. Sencillamente nos dieron nuevas preguntas. Y todo puede ser, tal vez el asunto no hubiera empezado a mosquear a tanta gente si los personajes al menos se movieran para resolver los misterios que les rodean. Pero no. En esa isla ya nadie se extraña ni se preocupaba de nada que se salga de su rutina. ¿Que hay un monstruo que mata gente? Los enterramos. ¿Que encontramos un búnquer bajo tierra? Mira qué bien. ¿Que hay por aquí gente que nos secuestra? Qué le vamos a hacer. ¿Que cae comida del cielo? Vamos a repartirla… Y como los personajes dejaron pronto de hacerse preguntas, los todopoderosos productores por lo visto dejaron de considerar oportuno proporcionar respuestas. De pronto nos encontramos con interrogantes sobre interrogantes, misterios dentro de misterios que han aparecido después de plantearse otros enigmas en los que ya ni siquiera pensamos. ¿Se acuerda alguien, por ejemplo, de que el cuerpo del padre de Jack no estaba en su ataúd…?

Demasiados detalles que no llevan a ningún sitio. La tensión hueca termina por aburrir, porque al público no le gusta que le tomen el pelo. Yo si me engancho a una serie de misterio, si sacrifico mi tiempo en seguirla episodio tras episodio, es porque tengo curiosidad, y si no la voy a ver satisfecha me voy, así de simple. Si quisiera ver rollitos amorosos y preocuparme por “a quién querrá ella” me habría enganchado a Anatomía de Grey o cualquier otra de ese estilo. Así ha pasado, que a mitad de la tercera temporada las audiencias están bajo mínimos. Y es que todavía les debió sorprender que, después de un parón de tres meses tras la emisión de seis episodios que no resolvieron nada y plantearon MÁS interrogantes, mucha gente se hartara y haya reaccionado con un contundente “os vais a tomar por el culo”.

A la que le sorprende que unos profesionales del medio no hayan previsto esto es a mí. Empiezo a creer que es que se han acostumbrado tanto a la sensación de poder de tener todas las respuestas, que les apetecía mantenerla indefinidamente. Estoy segura de que les encantaba cada vez que hacían una aparición pública y la gente les bombardeaba a preguntas y teorías, rodeados permanentemente de ese aire de “conozco un secreto y tú no”. Y tanto provocar a la audiencia, tanto tira y afloja y promesas vacías, que ya está empezando a pasar como en la fábula:

“Estaba una zorra con mucha hambre, y al ver colgando de una parra unos deliciosos racimos de uvas, quiso atraparlos con su boca. Mas no pudiendo alcanzarlos, se alejó diciéndose ‘¡No me gustan, están verdes!’”

Por mi parte, yo ya empiezo a estar desganada...

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